Encontrar su luz interior
El yoga ayudó a Eugenia Esquivel a lidiar con la AR. Ahora les enseña a los demás cómo puede recuperar a cada cuerpo.
Un par de decenas de personas en el estudio de yoga acostadas sobre almohadones con los ojos cerrados y los brazos descansando a los costados. "Date permiso de recibir apoyo", dice suavemente la instructora Eugenia Esquivel. "Date permiso para descansar".
Esas son emociones que Eugenia se toma a pecho. La consciencia plena que adquiere del yoga la ayuda a enfrentar la artritis reumatoide (AR). Y lo que aprendió en su trayecto con la AR moldea su estilo como instructora de yoga.
El yoga nos puede parecer intimidante cuando vemos esas fotos de personas vestidas con ropa ajustada haciendo flexiones de espalda o posturas verticales. Pero Eugenia les deja en claro a sus alumnos que el yoga no es un deporte competitivo: es una práctica personal. No importa las limitaciones físicas que tenga una persona; las posturas pueden adaptarse y no debe haber presiones para ajustarse a expectativas ajenas.
"El yoga es para cualquier cuerpo. No tiene límites de edad o tamaño", dice ella. "Es una práctica para cualquiera y para todos, con cualquier capacidad.
UN CAMINO HACIA LA CURACIÓN
Eugenia, de 49 años, sintió por primera vez un dolor imprevisto en las articulaciones de los dedos de los pies cuando tenía unos 19 años. Entonces se le hincharon los nudillos, los dedos se pusieron calientes y tensos y le costó sostener incluso un cepillo de dientes. En 2000 tenía 30 años, vivía en Dallas y era vicepresidenta de marketing de una compañía de servicios financieros cuando le diagnosticaron AR y colitis ulcerosa, dos enfermedades autoinmunes.
"Lo más difícil para mí fue no tener el control de mi cuerpo", dice. Le gustaba hacer ejercicio en el gimnasio, pero cuando se convirtió en un esfuerzo excesivo, descubrió el yoga. "Me enamoré por completo", dice. Desde entonces no ha parado y en 2008 se inscribió en un instructorado de yoga, aunque siguió comprometida con su vida corporativa.
Su AR entró en remisión en 2004 y, con la bendición de su reumatólogo, redujo los medicamentos modificadores de la enfermedad que estaba tomando. Pero la AR volvió con todo en 2011. Algunos días, el dolor y la fatiga la dejaban de cama, pero trabajaba con su laptop y el celular.
Si bien los medicamentos biológicos le controlaron la AR, de todos modos tuvo que aprender a moverse en un mundo en el que podía sentirse bien un día y al día siguiente tener que luchar por salir de la cama. Sabía que a algunas de sus amigas les costaba entender por qué cancelaba planes a último minuto: "te pones la máscara de estar bien y ser normal", confiesa, pero luchaba con la soledad y la pérdida. Con el tiempo, dejó de preocuparse por la respuesta de la gente y se centró en los amigos que la apoyaban y comprendían.
El estrés empeoró su AR, y cuando las tensiones laborales se sumaron a los retos diarios de la vida con AR y provocaron brotes más frecuentes y graves, supo que tenía que hacer un cambio. Dejó su trabajo corporativo en 2015 y se tomó un tiempo para reorganizarse. El yoga se convirtió en uno de sus pilares, y finalmente completó un segundo programa de formación de profesores de yoga.
CONSCIENTE DE LA GRATITUD
La práctica física del yoga mejora la fuerza y la movilidad de Eugenia, mientras que su respiración consciente y sus principios de vida la ayudan a evitar los brotes relacionados con el estrés.
"El yoga fuera de la esterilla es lo que más me ha beneficiado a la hora de soportar la artritis: permitirme estar bien con no poder hacer lo que hice ayer porque sé que mañana será otro día", dice.
Hoy, ella y su marido viven en Atlanta, donde enseña yoga en sesiones privadas y en un estudio.
Sus alumnos incluyen personas que sufrieron violencia doméstica u otras formas de trauma, además de gente con limitaciones físicas. Eugenia ayuda a sus alumnos a modificar las posturas para acomodarlas a sus capacidades y discapacidades. También alienta a todos a sentir gratitud por lo que sea que sí logran hacer.
"Es fácil enfocarse en lo que no pudiste hacer en la clase", explica. "A veces necesitas que te recuerden lo que sí puede hacer tu cuerpo". -MICHELE COHEN MARILL
INTRODUCCIÓN AL YOGA
Todo lo que necesita es ropa cómoda que le permita moverse libremente, y una actitud positiva.
Un par de decenas de personas en el estudio de yoga acostadas sobre almohadones con los ojos cerrados y los brazos descansando a los costados. "Date permiso de recibir apoyo", dice suavemente la instructora Eugenia Esquivel. "Date permiso para descansar".
Esas son emociones que Eugenia se toma a pecho. La consciencia plena que adquiere del yoga la ayuda a enfrentar la artritis reumatoide (AR). Y lo que aprendió en su trayecto con la AR moldea su estilo como instructora de yoga.
El yoga nos puede parecer intimidante cuando vemos esas fotos de personas vestidas con ropa ajustada haciendo flexiones de espalda o posturas verticales. Pero Eugenia les deja en claro a sus alumnos que el yoga no es un deporte competitivo: es una práctica personal. No importa las limitaciones físicas que tenga una persona; las posturas pueden adaptarse y no debe haber presiones para ajustarse a expectativas ajenas.
"El yoga es para cualquier cuerpo. No tiene límites de edad o tamaño", dice ella. "Es una práctica para cualquiera y para todos, con cualquier capacidad.
UN CAMINO HACIA LA CURACIÓN
Eugenia, de 49 años, sintió por primera vez un dolor imprevisto en las articulaciones de los dedos de los pies cuando tenía unos 19 años. Entonces se le hincharon los nudillos, los dedos se pusieron calientes y tensos y le costó sostener incluso un cepillo de dientes. En 2000 tenía 30 años, vivía en Dallas y era vicepresidenta de marketing de una compañía de servicios financieros cuando le diagnosticaron AR y colitis ulcerosa, dos enfermedades autoinmunes.
"Lo más difícil para mí fue no tener el control de mi cuerpo", dice. Le gustaba hacer ejercicio en el gimnasio, pero cuando se convirtió en un esfuerzo excesivo, descubrió el yoga. "Me enamoré por completo", dice. Desde entonces no ha parado y en 2008 se inscribió en un instructorado de yoga, aunque siguió comprometida con su vida corporativa.
Su AR entró en remisión en 2004 y, con la bendición de su reumatólogo, redujo los medicamentos modificadores de la enfermedad que estaba tomando. Pero la AR volvió con todo en 2011. Algunos días, el dolor y la fatiga la dejaban de cama, pero trabajaba con su laptop y el celular.
Si bien los medicamentos biológicos le controlaron la AR, de todos modos tuvo que aprender a moverse en un mundo en el que podía sentirse bien un día y al día siguiente tener que luchar por salir de la cama. Sabía que a algunas de sus amigas les costaba entender por qué cancelaba planes a último minuto: "te pones la máscara de estar bien y ser normal", confiesa, pero luchaba con la soledad y la pérdida. Con el tiempo, dejó de preocuparse por la respuesta de la gente y se centró en los amigos que la apoyaban y comprendían.
El estrés empeoró su AR, y cuando las tensiones laborales se sumaron a los retos diarios de la vida con AR y provocaron brotes más frecuentes y graves, supo que tenía que hacer un cambio. Dejó su trabajo corporativo en 2015 y se tomó un tiempo para reorganizarse. El yoga se convirtió en uno de sus pilares, y finalmente completó un segundo programa de formación de profesores de yoga.
CONSCIENTE DE LA GRATITUD
La práctica física del yoga mejora la fuerza y la movilidad de Eugenia, mientras que su respiración consciente y sus principios de vida la ayudan a evitar los brotes relacionados con el estrés.
"El yoga fuera de la esterilla es lo que más me ha beneficiado a la hora de soportar la artritis: permitirme estar bien con no poder hacer lo que hice ayer porque sé que mañana será otro día", dice.
Hoy, ella y su marido viven en Atlanta, donde enseña yoga en sesiones privadas y en un estudio.
Sus alumnos incluyen personas que sufrieron violencia doméstica u otras formas de trauma, además de gente con limitaciones físicas. Eugenia ayuda a sus alumnos a modificar las posturas para acomodarlas a sus capacidades y discapacidades. También alienta a todos a sentir gratitud por lo que sea que sí logran hacer.
"Es fácil enfocarse en lo que no pudiste hacer en la clase", explica. "A veces necesitas que te recuerden lo que sí puede hacer tu cuerpo". -MICHELE COHEN MARILL
INTRODUCCIÓN AL YOGA
Todo lo que necesita es ropa cómoda que le permita moverse libremente, y una actitud positiva.
- Comience con una clase moderada o para principiantes.
- Avísele a su instructor sobre sus problemas de artritis o movilidad.
- No se compare con los demás.
- Concéntrese en lo que puede hacer, no en lo que no puede hacer.
- Considere la posibilidad de recibir una o dos clases particulares para que lo asesoren sobre las modificaciones.