#LiveYes y soñar en grande
Por Samantha Paul
El último año de escuela no resultó como esperaba. En un abrir y cerrar de ojos, la escuela era virtual, el baile de graduación se canceló y la graduación que había estado esperando durante años se convirtió en un autoservicio. Al igual que vivir con artritis juvenil, el surgimiento del COVID-19 presentó desafíos únicos.
La artritis intentó impedirme hacer lo que amo, y ahora el COVID también intenta arruinar mis planes. No dejo que los desafíos me detengan. Son desafíos únicos que no enfrentan muchas personas de mi edad, pero me permiten una perspectiva diferente y me obligan a ir en una dirección diferente.
Me diagnosticaron artritis idiopática juvenil a los 14 años, pero había estado viviendo con síntomas desde los 11. Tenía dolor en el pie y según varios médicos era fascitis plantar. Recién cuando comenzó el dolor en la mandíbula, casi un año después, los médicos comenzaron a escuchar.
Cuando inicié mi tratamiento, al comienzo de mi segundo año de secundaria, tuve que dejar la escuela porque estaba muy enferma y no controlaba el dolor. Una vez que empezó a estar bajo control, volví a la escuela por media jornada. Los efectos de vivir con un dolor crónico inmanejable durante años pueden ser perjudiciales. Empecé a tener dolor en partes del cuerpo donde no tenía artritis y terminaron diagnosticándome una enfermedad de dolor crónico: síndrome de dolor musculoesquelético amplificado.
Tuve la suerte de ir a un programa en el hospital diseñado para tratarlo y, después de tres semanas, salí como una persona completamente nueva. Superaba los límites todos los días y aprendí que soy más fuerte de lo que podría haber imaginado, no solo física, sino mentalmente. Nunca me había sentido mejor y me fui a casa con una perspectiva completamente nueva de la vida.
Creo que tenía 15 o 16 años cuando finalmente tuve el régimen de tratamiento perfecto para mí y, desde entonces, estoy casi sin dolor. Me gradué de la escuela secundaria en mayo y me inscribí en una universidad en New York City para obtener una Especialización en Actuación y una licenciatura en Bellas Artes, algo que nunca pensé que sería capaz de hacer después del diagnóstico.
Todos los días hago cosas que, hace solo unos años, no pensaba que podría volver a hacer por mi cuenta, como levantarme de la cama por la mañana. Aunque nunca me sentí mejor, años de artritis sin tratar tienen sus consecuencias. El verano pasado, mi médico notó que las articulaciones de la mandíbula se habían deteriorado hasta el punto de necesitar una cirugía reconstructiva. Me hicieron esa cirugía en junio pasado.
Si hay algo que aprendí de la artritis, es que podemos hacer cosas difíciles; no solo yo, sino todos nosotros. Realmente todos somos guerreros de la artritis juvenil. Cada vez que nos inyectamos un medicamento, nos sentamos quietos para una resonancia magnética prolongada o incluso pasamos por una consulta médica aterradora, nos estamos haciendo más fuertes. Puedo garantizar que no sería la persona que soy hoy si no tuviera artritis. No tendría la compasión, la empatía y la motivación que tengo ahora.
Mi sueño era mudarme a New York City y ser actriz. En el otoño, haré precisamente eso. Y puedo hacerlo porque me niego a dejar que mi enfermedad me detenga. Me encantaría escuchar sus historias y experiencias. Pueden compartirlas en las redes sociales con #WeLiveYes. A la clase de 2020, ¡felicidades! No puedo esperar para ver los maravillosos lugares a los que irán.
Todos los adolescentes con artritis juvenil que han comenzado su primer año de universidad consulten el Connect on Campus Care Pack, que está repleto de herramientas y materiales útiles para ayudarlos a vivir de la mejor manera posible mientras asisten a la universidad.
El último año de escuela no resultó como esperaba. En un abrir y cerrar de ojos, la escuela era virtual, el baile de graduación se canceló y la graduación que había estado esperando durante años se convirtió en un autoservicio. Al igual que vivir con artritis juvenil, el surgimiento del COVID-19 presentó desafíos únicos.
La artritis intentó impedirme hacer lo que amo, y ahora el COVID también intenta arruinar mis planes. No dejo que los desafíos me detengan. Son desafíos únicos que no enfrentan muchas personas de mi edad, pero me permiten una perspectiva diferente y me obligan a ir en una dirección diferente.
Me diagnosticaron artritis idiopática juvenil a los 14 años, pero había estado viviendo con síntomas desde los 11. Tenía dolor en el pie y según varios médicos era fascitis plantar. Recién cuando comenzó el dolor en la mandíbula, casi un año después, los médicos comenzaron a escuchar.
Cuando inicié mi tratamiento, al comienzo de mi segundo año de secundaria, tuve que dejar la escuela porque estaba muy enferma y no controlaba el dolor. Una vez que empezó a estar bajo control, volví a la escuela por media jornada. Los efectos de vivir con un dolor crónico inmanejable durante años pueden ser perjudiciales. Empecé a tener dolor en partes del cuerpo donde no tenía artritis y terminaron diagnosticándome una enfermedad de dolor crónico: síndrome de dolor musculoesquelético amplificado.
Tuve la suerte de ir a un programa en el hospital diseñado para tratarlo y, después de tres semanas, salí como una persona completamente nueva. Superaba los límites todos los días y aprendí que soy más fuerte de lo que podría haber imaginado, no solo física, sino mentalmente. Nunca me había sentido mejor y me fui a casa con una perspectiva completamente nueva de la vida.
Creo que tenía 15 o 16 años cuando finalmente tuve el régimen de tratamiento perfecto para mí y, desde entonces, estoy casi sin dolor. Me gradué de la escuela secundaria en mayo y me inscribí en una universidad en New York City para obtener una Especialización en Actuación y una licenciatura en Bellas Artes, algo que nunca pensé que sería capaz de hacer después del diagnóstico.
Todos los días hago cosas que, hace solo unos años, no pensaba que podría volver a hacer por mi cuenta, como levantarme de la cama por la mañana. Aunque nunca me sentí mejor, años de artritis sin tratar tienen sus consecuencias. El verano pasado, mi médico notó que las articulaciones de la mandíbula se habían deteriorado hasta el punto de necesitar una cirugía reconstructiva. Me hicieron esa cirugía en junio pasado.
Si hay algo que aprendí de la artritis, es que podemos hacer cosas difíciles; no solo yo, sino todos nosotros. Realmente todos somos guerreros de la artritis juvenil. Cada vez que nos inyectamos un medicamento, nos sentamos quietos para una resonancia magnética prolongada o incluso pasamos por una consulta médica aterradora, nos estamos haciendo más fuertes. Puedo garantizar que no sería la persona que soy hoy si no tuviera artritis. No tendría la compasión, la empatía y la motivación que tengo ahora.
Mi sueño era mudarme a New York City y ser actriz. En el otoño, haré precisamente eso. Y puedo hacerlo porque me niego a dejar que mi enfermedad me detenga. Me encantaría escuchar sus historias y experiencias. Pueden compartirlas en las redes sociales con #WeLiveYes. A la clase de 2020, ¡felicidades! No puedo esperar para ver los maravillosos lugares a los que irán.
Todos los adolescentes con artritis juvenil que han comenzado su primer año de universidad consulten el Connect on Campus Care Pack, que está repleto de herramientas y materiales útiles para ayudarlos a vivir de la mejor manera posible mientras asisten a la universidad.