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Mostrando el lado masculino: hombres que afrontan la artritis

Tener artritis es fuerte. Pero se supone que los hombres también lo son, ¿verdad? Veamos lo que algunos hombres con artritis tienen que decir sobre cómo mantenerse fuertes y, a la vez, vivir con la enfermedad.

Por Timothy Gower | Fecha de actualización: 1 de junio de 2022

Ser un hombre en el mundo actual significa enfrentarse constantemente a retos, como encontrar la aplicación perfecta para jugar al golf en su teléfono inteligente o disimular una calva sin hacer el ridículo. Sin embargo, ser un hombre con artritis tiene sus propios retos. Cuando las articulaciones están adoloridas y rígidas, a menudo son un obstáculo para desempeñar muchas de las funciones que se asocian con los hombres, ya sea proveer a la familia, cortar el césped o salir con los amigos. La artritis puede hacer que un hombre se sienta privado de su estatus masculino.

La reacción de los hombres ante el dolor y otros síntomas es diferente a la de las mujeres, en parte debido a las diferencias fisiológicas. «Las hormonas influyen mucho en cómo se percibe el dolor», afirma Julia Kim, PhD, psicóloga clínica del Hospital for Special Surgery de New York. Además, explica que el estrógeno disminuye el nivel de tolerancia al dolor. Sin embargo, las expectativas sociales en torno a la masculinidad pueden ser perjudiciales para los hombres que afrontan los síntomas de artritis.

«Los hombres nos acostumbramos a vivir según ciertas reglas, como no expresar nuestros sentimientos, ocultar información importante y evitar mostrarnos vulnerables», afirma Robert Garfield, MD, psicoterapeuta, profesor de psiquiatría en la University of Pittsburgh y autor de Breaking the Male Code: Unlocking the Power of Friendship (Gotham Books, 2015).

El reumatólogo Neil Kramer, MD, es testigo de los efectos del estigma masculino en su consultorio en el Overlook Medical Center de Summit, New Jersey. «Los hombres suelen ignorar sus síntomas y soportan mucho más la hinchazón y los signos de artritis evidentes, más que las mujeres a las que atiendo», comenta. «Esos mismos hombres corren el riesgo de sufrir daño articular de forma progresiva y tener más limitaciones».

A pesar de ello, los médicos también expresan opiniones optimistas sobre sus pacientes masculinos con artritis. «Suelen tener una actitud muy positiva y seguir adelante con sus vidas», dice el Dr. Kramer.

Es importante no perder la perspectiva, añade Kim. «Puede que tenga que cambiar su manera de hacer ciertas cosas, pero sigue siendo el hombre de siempre».

A continuación mostramos las historias de cinco hombres que explican cómo la artritis supuso un reto para su propio sentido de la «masculinidad» pero, con algunos ajustes en sus vidas, han logrado salir adelante.

El hombre de la casa

Jeff KrakoffPara Jeff Krakoff, la realidad de ser un hombre con artritis reumatoide (AR) empezó un día hace mucho tiempo, solo porque quería un pepinillo. Por más que lo intentaba, sus dedos hinchados y adoloridos no tenían la fuerza suficiente para destapar el frasco. Al final, fue hacia su esposa, Lori, y le preguntó algo que nunca se imaginó que tendría que decir: «Cariño, ¿podrías abrir esto por mí?».

El orgullo masculino de Krakoff se vio aún más afectado por lo sucedido en la entrada y el jardín de su casa. En el año en que nació su hijo, Andy, una tormenta de nieve azotó la ciudad natal de los Krakoff, Pittsburgh. Jeff, abatido, solo miraba cómo Lori limpiaba la entrada de su casa, porque él apenas podía levantarse de la cama. Cuando Andy ya tenía edad suficiente, se encargó de esa tarea. «No es muy agradable que sea su hijo de 9 años quien quite la nieve porque usted no puede», cuenta Jeff, de 57 años, quien dirige una empresa de relaciones públicas. «Pero había días en los que sencillamente no podía».

A Jeff, un deportista desde joven, le costó al principio aceptar las limitaciones que le provocaba la AR, la cual padece desde los 20 años. «Se me hizo difícil por mucho tiempo. Sentía que, hasta cierto punto, dejé de ser quien era». Dejó de practicar deportes y hacer ejercicios, cayó en una depresión y subió de peso. Pero, con el tiempo, aceptó su enfermedad, y con la medicación biológica, ha controlado mucho su AR. Actualmente, Krakoff juega y es árbitro de fútbol, se ha convertido en un ferviente ciclista y colabora en la organización de una carrera anual para recaudar fondos en beneficio de la Arthritis Foundation. Sin embargo, aún no puede quitar la nieve de la entrada de su casa con la pala; utiliza una máquina quitanieves.

El sostén de la familia

Andrew LumpeEra un día normal en la oficina para Andrew Lumpe, a mitad de una semana de trabajo normal (que a veces se extendía a 60 horas), suficiente para agotar a cualquiera, y mucho más a un hombre que sufría dolores y fatiga debido a la AR. Lumpe era decano asociado en la escuela de educación de la Seattle Pacific University, un trabajo que le encantaba. Pero, ese día de 2013, sintió que el estrés lo desgastaba cada vez más. Todas las noches volvía a casa exhausto.

«Estaba hablando con el decano y, de pronto, me di cuenta de que no puedo seguir con este horario», cuenta Lumpe, de 60 años. «Así que le dije que tenía que retirarme». La decisión fue muy difícil, pero necesaria. «Siempre me había tocado ser el único sostén de la familia», dice Andrew, cuya esposa, Torrey, estuvo dispuesta a dejar su trabajo de profesora para criar a sus cuatro hijos. Él podía retomar su trabajo como profesor en la universidad, lo que suponía tener un horario menos exigente. Pero él se había imaginado que se convertiría en decano o incluso vicepresidente de la universidad algún día. Estaba renunciando a ganar más dinero, sin hablar del prestigio.

«Para muchos hombres es difícil priorizar la salud sobre la carrera profesional», dice Kim. «Si se considera el sostén de la familia, y si ese papel tiene un significado muy específico e inflexible para usted, le puede resultar difícil afrontarlo», dice. Gracias al apoyo incondicional de Torrey, Andrew está tranquilo con su decisión. «Fue duro al principio, pero ahora me siento bien con mi decisión», afirma Lumpe.

El papá

David HilavacEs Navidad. Los regalos están envueltos y el festín está por comenzar, pero también un momento incómodo que David Hlavac atraviesa todos los años. Llega su cuñado de Connecticut, quien todavía se dedica a competir como jugador de fútbol, y como si nada empieza a jugar con el hijo de David, Wally, de 10 años, quien lo disfruta muchísimo. Lo único que David piensa es: «Ojalá pudiera hacer eso». Lamentablemente, el dolor en las costillas y la columna vertebral debido a la espondilitis anquilosante (EA) le impide jugar así con su hijo.

«Aunque no me molestan los juegos bruscos, sí reafirman que mi EA es un impedimento para cumplir como padre», dice Hlavac, de 49 años, de Minneapolis. «Es frustrante y desalentador».

Hlavac presentó por primera vez los síntomas de la EA en los últimos años de su adolescencia. Las infusiones biológicas han retrasado el avance de la enfermedad, y el haber adelgazado 90 libras le ha ayudado a estar más activo, pero sigue sintiendo dolor. Aunque su enfermedad le impida tener juegos bruscos con Wally, David es un padre entregado. «Intento compensarlo de otras maneras», dice. «Salimos a pasear. Lanzamos balones a la canasta. Monto en bicicleta con mi hija Angelina. Es algo que podemos hacer».

En una ocasión, David y Wally lanzaban el balón a la canasta en un parque local cuando dos chicos los retaron a un juego de dos contra dos. «Nos avergonzaron completamente», cuenta David riéndose. «Pero mi hijo valoró el hecho de que lo intentáramos. Vio que a papá le cuesta mucho jugar baloncesto, pero igual hice lo que pude y sudé la gota gorda. Quería que supiera que, a pesar de que no soy muy bueno y tengo mucho dolor, seguiré intentando hacer esas cosas».

El atleta

Darrell ThompsonDarrell Thompson recibió la noticia mientras estaba acostado sobre una camilla en los vestidores de Carolina Panthers. «Tiene artritis en las caderas», le dijo el médico. «Si sigue jugando al fútbol, necesitará una nueva cadera dentro de tres o cinco años». Con esas palabras, el sueño de la infancia que Thompson había hecho realidad acabó silenciosamente. Prefirió no operarse y colgar el casco.

Thompson pensó que, si dejaba de jugar al fútbol, evitaría tener que operarse la cadera, y así fue. Estaba abatido, con dolor, y no iba a mejorar. Había visto a muchos de sus amigos de la liga pasar por lo mismo, y creyó que había llegado el momento.

Thompson fue un corredor estrella en la University of Minnesota, y jugó en la National Football League durante cinco años con los Green Bay Packers, quienes lo dejaron libre al finalizar la temporada de 1994. Pensaba continuar su carrera con los Panthers al año siguiente, pero las radiografías indicaron que el dolor de cadera que había soportado por mucho tiempo era más grave de lo que pensaba. La noticia fue un golpe duro para él. «Al final, llevaba jugando fútbol desde los 9 hasta los 29 años y, de repente, todo se acaba», dice Thompson.

Pero también sintió otra emoción asombrosa: alivio. «Sabía que no podría jugar para siempre», dice Thompson, así que no dejó de hacer planes para el futuro. Él dice: «Hay que preguntarse: ¿Cuál será mi siguiente pasión en la vida?».

La respuesta de Thompson fue ayudar a los jóvenes con problemas. Ya había sido voluntario en Bolder Options, una organización sin fines de lucro de Minneapolis dedicada a formar vínculos entre niños en situación de riesgo y mentores. Ahora, Thompson, de 54 años, es presidente de la organización.

El tiempo que Thompson pasó en el campo de juego no solo le causó artrosis en las caderas (le reemplazaron una hace nueve años), sino también en las rodillas, las muñecas y los codos. Tuvo que dejar su pasatiempo favorito: el baloncesto. «Eso fue lo más difícil», dice. «El fútbol me lo arrebató».

Para mantenerse activo, Thompson sale a pasear con su esposa, Stephanie, anima a sus cuatro hijos, algunos de los cuales practican deportes­, y hace yoga. Cuando el dolor articular aparece, lo que más lo alivia es el congelador. «Una de las cosas que aprendí del deporte es lo beneficioso que es el hielo», dice Thompson. «Es el mejor remedio que existe».

Uno de los chicos

Matt IsemanMatt Iseman es un hombre divertido, pero este humorista y copresentador de American Ninja Warrior  no se ríe al recordar un partido de baloncesto con algunos amigos durante una reunión por los 10 años en su alma mater, Princeton University. Iseman, con una estatura de 6 pies y 3 pulgadas, siempre ha sido atlético. Fue un lanzador estrella en el equipo de béisbol de Princeton. Desde que inició su carrera de comediante y actor en Hollywood (después de graduarse con honores de la facultad de medicina), entrenaba cinco o seis días a la semana.

Sin embargo, durante los meses anteriores al reencuentro, experimentó diversos dolores, y suponía que se debían a que entrenaba demasiado. Luego, su energía se desplomó, aumentó 50 libras y comenzó a dormir 12 horas al día. Ese día, en la cancha de baloncesto, «recuerdo que quería perder para que el partido terminara, estaba muy agotado», dice Iseman. El problema continuó también en casa. «Me dolían los pies, estaba rígido, fuera de forma y regordete. No me sentía yo mismo, así que era difícil estar con los chicos», recuerda Iseman. «En verdad sentía que dejaba de serlo».

Hubo varios médicos que no lograron descubrir la causa de sus problemas de salud, y uno de ellos le aconsejó que usara zuecos para apoyar mejor el arco del pie. «Usar zuecos es una manera genial de quedarse soltero en Hollywood», bromea Iseman. «Andaba por ahí zapateando como un Clydesdale». Más tarde, un reumatólogo le diagnosticó AR, y la vida de Iseman cambió cuando empezó a tomar la medicación. «Fue como si me quitaran un enorme velo», dice. «Recuperé mi energía».

Actualmente, él hace yoga, pilates y natación para mantenerse en forma. A pesar de todo, hacer monólogos y salir con sus amigos humoristas, como él dice "reír, contar chistes, escribir chistes", ayudó a Iseman, que ahora tiene 51 años, a no perder la cordura. «No importa lo mal que se sienta, reír lo hará sentirse mejor».

En el dormitorio

Varios hombres nos han comentado que la artritis quizá los priva un poco de su energía en la cama.

«El sexo resulta difícil. He perdido flexibilidad», comenta David Hlavac, quien tiene un tipo de artritis grave que afecta a gran parte de la parte superior de su cuerpo. «Nos esforzamos por ser sensuales, pero es difícil cuando no podemos mover el cuerpo como queremos».

«Algunos pacientes afirman que el simple hecho de encontrar una posición cómoda en pareja puede ser un reto», cuenta la psicóloga clínica Julia Kim, PhD, del Hospital for Special Surgery. Ella contesta con una pregunta: ¿Pero se siente mejor después del sexo? A menudo, la respuesta es afirmativa. «Entonces, les digo que valió la pena. No hay que tener miedo». «Probar nuevas posturas puede ayudar a que el sexo sea más placentero», añade.

Según las investigaciones, algunos tipos de artritis, entre ellos la AR, están relacionados con la disfunción eréctil. «No se sabe con certeza por qué, pero puede tener que ver con la inflamación sistémica«, dice Kim, «además de que la depresión y la fatiga que llegan con la AR pueden hacer que el sexo no sea una prioridad». Además, dice que «tomar esa pequeña píldora azul puede ser útil, y aceptar sus limitaciones también puede impulsar su vida amorosa».

Timothy Gower es un escritor independiente de Harwich, Massachusetts.

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