Desafiar la gravedad: la atleta y bailarina Reesa Partida se toma la artritis reumatoide con calma
Reesa Partida sostiene y enlaza una tira de tela en suspensión, apoya el pie en ella y sube con agilidad antes de lanzarse a una danza acrobática de giros y vueltas con los dedos de los pies perfectamente alineados, una demostración de gracia y fuerza. "Creo que me inspiré en el Cirque du Soleil", dice Reesa entre risas. "Me pareció muy divertido, así que empecé a tomar clases hace tres años y medio".
Realizar estos bailes de ballet colgada de telas -llamadas sedas aéreas- es un hobby que emprendió un año después de que le diagnosticaran artritis reumatoide (AR).
¿Sus otros pasatiempos? Participar en carreras de 50 kilómetros y competir en triatlones de medio Ironman (1.2 millas de natación, 56 millas de bicicleta y 13.1 millas de carrera). Su vida profesional parece un poco menos agotadora: enseña danza y teatro musical en la escuela secundaria Van Nuys de California.
Contratiempo inesperado
Reesa tenía 3 años cuando empezó a tomar clases de gimnasia y 9 años cuando corrió su primer triatlón -inspirada por su madre, Lora Zagnoli, una atleta experimentada- y no ha dejado de avanzar. A lo largo del camino, sufrió una buena cantidad de golpes y magulladuras. Pero en enero de 2014, cuando su mano y su muñeca se inflamaron hasta el punto de no poder sostener un tenedor o girar una llave, se alarmó. Aunque luego desapareció.
Durante los meses siguientes, fueron apareciendo dolores e hinchazones más leves. "Como acababa de empezar las prácticas de docencia, no podía tomarme un tiempo libre en el trabajo", dice Reesa. En junio, mientras se entrenaba para una carrera de trail, notó que se le hinchaban los pies. "Necesitaba hacerme un examen antes de correr siete horas", dice, así que vio a un médico en una clínica sin cita previa. "Recuerdo su cara. Me examinó los pies y dijo que podría ser algo sistémico".
Un reumatólogo lo confirmó: Reesa tiene artritis reumatoide (AR). "Recuerdo que llamé a mi novio [ahora marido], Stephen, y me largué a llorar. Era desgarrador pensar en una vida sin poder moverme, pero me dije que si llegaba el día en que no pudiera correr carreras, entonces saldría a caminar".
Su médico le aseguró que mantenerse activa no era solo una posibilidad, sino que era una forma de controlar los síntomas de AR. Pero no podía correr tan rápido ni tan lejos como antes. "Sentí que cojeaba", recuerda Reesa, y no participó en esa carrera. Empezó a tomar un corticoesteroide y, al mes siguiente, bailó con Stephen en su boda.
El tratamiento adecuado
Sus amigos la alentaron a probar varios remedios a base de hierbas, suplementos y otros tratamientos "naturales", pero Reesa investigó un poco, hizo caso a su médico y empezó a tomar metotrexato.
"Investigué un par de cosas más, pero ninguna parecía valer la pena por encima de la palabra de mi médico", dice. "Empecé con el metotrexato hace cuatro años, en agosto, y sigo con él porque me funciona. Me permite seguir enseñando danza y dedicarme a mis pasiones".
Reesa, de 30 años, experimenta ocasionalmente brotes en la muñeca, especialmente cuando practica la danza moderna en el piso, pero suelen durar solo un par de días. "Hay días que me siento muy fatigada", admite. "No es solo cansancio, es una fatiga implacable que tengo que esforzarme para superar". Aun así, la mayoría de los días, Reesa corre ocho millas y media -ocho a 20 millas los fines de semana, a menudo con su madre- para entrenar para carreras y triatlones.
La pasión tiene su recompensa
Reesa sabe que el estrés puede desencadenar brotes, pero el baile y las sedas aéreas la ayudan a relajarse. Y, añade, "mi fe general en Dios me ha ayudado a superarlo". Pero a veces el estrés es imprevisto e inevitable. En noviembre, la casa que ella y Stephen alquilaban quedó destruida por el incendio forestal de Woolsey, que quemó casi 100,000 acres en el sur de California. Sus estudiantes y la comunidad escolar se unieron rápidamente y organizaron una recaudación de fondos para ellos en GoFundMe.
Tiene una relación estrecha con sus alumnos, en parte como resultado de las muchas horas que ensayan juntos. La danza no es solo una exigencia física, explica. "Para actuar bien, tienes que aprovechar tus emociones, así que creamos un vínculo bastante fuerte en torno a eso".
Su clase es un espacio seguro en el que los alumnos pueden debatir sin ser juzgados. "Soy muy abierta con mis alumnos sobre mi AR", dice Reesa. "Hace poco tuve en clase a un alumno al que le acababan de diagnosticar artritis psoriásica. [Él y yo] hablamos de su diagnóstico y de cómo la enfermedad no tiene por qué definirte". Si necesita pruebas, solo tiene que mirar a su profesora.
Realizar estos bailes de ballet colgada de telas -llamadas sedas aéreas- es un hobby que emprendió un año después de que le diagnosticaran artritis reumatoide (AR).
¿Sus otros pasatiempos? Participar en carreras de 50 kilómetros y competir en triatlones de medio Ironman (1.2 millas de natación, 56 millas de bicicleta y 13.1 millas de carrera). Su vida profesional parece un poco menos agotadora: enseña danza y teatro musical en la escuela secundaria Van Nuys de California.
Contratiempo inesperado
Reesa tenía 3 años cuando empezó a tomar clases de gimnasia y 9 años cuando corrió su primer triatlón -inspirada por su madre, Lora Zagnoli, una atleta experimentada- y no ha dejado de avanzar. A lo largo del camino, sufrió una buena cantidad de golpes y magulladuras. Pero en enero de 2014, cuando su mano y su muñeca se inflamaron hasta el punto de no poder sostener un tenedor o girar una llave, se alarmó. Aunque luego desapareció.
Durante los meses siguientes, fueron apareciendo dolores e hinchazones más leves. "Como acababa de empezar las prácticas de docencia, no podía tomarme un tiempo libre en el trabajo", dice Reesa. En junio, mientras se entrenaba para una carrera de trail, notó que se le hinchaban los pies. "Necesitaba hacerme un examen antes de correr siete horas", dice, así que vio a un médico en una clínica sin cita previa. "Recuerdo su cara. Me examinó los pies y dijo que podría ser algo sistémico".
Un reumatólogo lo confirmó: Reesa tiene artritis reumatoide (AR). "Recuerdo que llamé a mi novio [ahora marido], Stephen, y me largué a llorar. Era desgarrador pensar en una vida sin poder moverme, pero me dije que si llegaba el día en que no pudiera correr carreras, entonces saldría a caminar".
Su médico le aseguró que mantenerse activa no era solo una posibilidad, sino que era una forma de controlar los síntomas de AR. Pero no podía correr tan rápido ni tan lejos como antes. "Sentí que cojeaba", recuerda Reesa, y no participó en esa carrera. Empezó a tomar un corticoesteroide y, al mes siguiente, bailó con Stephen en su boda.
El tratamiento adecuado
Sus amigos la alentaron a probar varios remedios a base de hierbas, suplementos y otros tratamientos "naturales", pero Reesa investigó un poco, hizo caso a su médico y empezó a tomar metotrexato.
"Investigué un par de cosas más, pero ninguna parecía valer la pena por encima de la palabra de mi médico", dice. "Empecé con el metotrexato hace cuatro años, en agosto, y sigo con él porque me funciona. Me permite seguir enseñando danza y dedicarme a mis pasiones".
Reesa, de 30 años, experimenta ocasionalmente brotes en la muñeca, especialmente cuando practica la danza moderna en el piso, pero suelen durar solo un par de días. "Hay días que me siento muy fatigada", admite. "No es solo cansancio, es una fatiga implacable que tengo que esforzarme para superar". Aun así, la mayoría de los días, Reesa corre ocho millas y media -ocho a 20 millas los fines de semana, a menudo con su madre- para entrenar para carreras y triatlones.
La pasión tiene su recompensa
Reesa sabe que el estrés puede desencadenar brotes, pero el baile y las sedas aéreas la ayudan a relajarse. Y, añade, "mi fe general en Dios me ha ayudado a superarlo". Pero a veces el estrés es imprevisto e inevitable. En noviembre, la casa que ella y Stephen alquilaban quedó destruida por el incendio forestal de Woolsey, que quemó casi 100,000 acres en el sur de California. Sus estudiantes y la comunidad escolar se unieron rápidamente y organizaron una recaudación de fondos para ellos en GoFundMe.
Tiene una relación estrecha con sus alumnos, en parte como resultado de las muchas horas que ensayan juntos. La danza no es solo una exigencia física, explica. "Para actuar bien, tienes que aprovechar tus emociones, así que creamos un vínculo bastante fuerte en torno a eso".
Su clase es un espacio seguro en el que los alumnos pueden debatir sin ser juzgados. "Soy muy abierta con mis alumnos sobre mi AR", dice Reesa. "Hace poco tuve en clase a un alumno al que le acababan de diagnosticar artritis psoriásica. [Él y yo] hablamos de su diagnóstico y de cómo la enfermedad no tiene por qué definirte". Si necesita pruebas, solo tiene que mirar a su profesora.