Una combinación de fármacos podría frenar la espondilitis anquilosante en algunos casos
Para las personas con espondilitis anquilosante (EA), un tipo de artritis inflamatoria que afecta primariamente la pelvis y la columna vertebral, un par de estudios recientes están brindando más información sobre los posibles beneficios de un tratamiento combinado de medicamentos antiinflamatorios no esteroideos (NSAID) y un inhibidor del factor de necrosis tumoral (TNF; un tipo de medicamento biológico).
En las personas con EA, una inflamación crónica en las articulaciones sacroilíacas (en la pelvis) y en las articulaciones y ligamentos de la columna vertebral genera dolor y rigidez. En las etapas tempranas de esta enfermedad, el daño articular puede no aparecer en las radiografías (en estos casos, la afección se llama espondiloartritis axial no radiográfica [EaAx-nr]). Cuando avanza la enfermedad, y no en todos los casos pasa de EaAx-nr a EA, se produce más daño articular, ya que el cuerpo hace que crezca más hueso para tratar de sanarse a sí mismo, lo cual resulta en una fusión de las vértebras. Esto reduce la movilidad y flexibilidad, lo cual puede generar una postura encorvada.
Las personas que sufren EA (así como aquellas con EaAX-nr) típicamente son tratadas en primer lugar con NSAID. Si no alcanza la terapia con NSAID, quizás se las trate con un inhibidor del TNF, un tipo de medicamento biológico que bloquea el factor de necrosis tumoral, una citocina (o molécula) involucrada en la inflamación. Pero existe controversia en cuanto al tratamiento, ya que los resultados de los estudios han sido inconsistentes en demostrar si los inhibidores del TNF o los NSAID ayudan a frenar el avance de la enfermedad o si simplemente controlan sus síntomas.
Los datos de un estudio recientemente presentado en el Congreso Europeo de Reumatología de 2016 pueden ayudar a resolver esta controversia. Estos dos estudios muestran que los pacientes con EA que fueron tratados durante años con un NSAID y un inhibidor del TNF, por separado o juntos, tienen un menor riesgo de evolución de la enfermedad y un menor riesgo de desarrollar formaciones óseas nuevas que aquellos que no tomaron un inhibidor del TNF o un NSAID. Y los que tomaron ambos medicamentos parecían tener el menor riesgo de todos de tener nuevos desarrollos óseos.
Lianne Gensler, MD, reumatóloga y directora de la Clínica de Espondilitis Anquilosante del San Francisco Medical Center de la Universidad de California, y sus colegas presentaron dos diferentes estudios que se basaron en datos tomados del mismo grupo de pacientes con EA, a los cuales se les hizo un seguimiento de por lo menos dos años.
El primer análisis se enfocó en cómo los inhibidores del TNF y los NSAID afectaron separadamente la "evolución radiográfica", un método común que usa las radiografías para medir el avance de la artritis.
"Demostramos que el uso del inhibidor del TNF se asoció con una menor evolución en el tiempo. Y en ese modelo, los NSAID también se asociaron independientemente con una menor evolución", dice la Dra. Gensler. Los pacientes tratados con inhibidores del TNF durante entre 2 y 3½ años tuvieron el menor riesgo de evolución de todos.
En el segundo estudio, la Dra. Gensler se enfocó en las formaciones óseas nuevas, una de las causantes principales de la evolución radiográfica. En este análisis, vieron una interacción entre el uso de un inhibidor del TNF y un NSAID. "Hubo una relación entre los NSAID y los inhibidores del TNF", dice la Dra. Gensler"Las personas que toman NSAID e inhibidores del TNF tienen menos formaciones óseas nuevas".
La Dra. Gensler comenta que el tiempo durante el cual estos pacientes estuvieron sometidos a estos tratamientos y la cantidad de daño en la columna vertebral presente antes de empezar el tratamiento estuvieron directamente relacionados con el nivel de beneficio demostrado. "Lo que estamos aprendiendo es que, cuanto antes se empieza la terapia y cuanto más larga es, hay mayores posibilidades de ver el beneficio de suprimir la inflamación y así el daño", dice.
Joerg Ermann, MD, reumatólogo del Brigham and Women's Hospital e instructor de medicina de la Harvard Medical School, ambos en Boston, dice que, aunque perduran las controversias en torno al tratamiento, los resultados de estudios más cortos como estos son esenciales para entender esta enfermedad. "El daño estructural de la EA es un proceso muy lento. Las herramientas disponibles para medir las formaciones óseas nuevas son muy sensibles a los cambios. Y es muy difícil hacer ensayos clínicos [de más de] dos años", dice.
Al analizar más profundamente los resultados de estos estudios, el Dr. Ermann agrega que, si bien esto se ha identificado en otros estudios, ambos estudios proveen más evidencia en cuanto a que fumar es un factor de riesgo importante y prevenible que afecta la evolución de la enfermedad y las formaciones óseas nuevas en los pacientes con EA. En cada estudio, los pacientes fumadores tuvieron una probabilidad aproximadamente 2.5 veces mayor de evolución de la enfermedad o de tener formaciones óseas nuevas que los no fumadores. "Hay muchos motivos para no fumar: enfermedades cardiovasculares, cáncer y otras; pero fumar es específicamente malo para los pacientes con EA", dice. "Si un paciente [con EA] fuma, debe dejar de hacerlo sin lugar a dudas".
Si bien los resultados de estos estudios son auspiciosos para los pacientes con EA, se deben realizar más investigaciones para poder sacar conclusiones concretas y considerar cambiar las recomendaciones para el tratamiento de la EA. "Uno no puede basarse en este estudio y decir que definitivamente se deben usar los inhibidores del TNF y los NSAID en todos los pacientes para lograr una menor evolución radiográfica", dice el Dr. Gensler.
"La terapia aún debe centrarse más en la calidad de vida, la preservación de la función y el control de los síntomas que en tratar de prevenir el daño [radiográfico], porque solo se verá ese beneficio en las personas que tienen un mayor riesgo de evolución radiográfica", dice.
Autora: A. Kate MacDougall para la Arthritis Foundation
En las personas con EA, una inflamación crónica en las articulaciones sacroilíacas (en la pelvis) y en las articulaciones y ligamentos de la columna vertebral genera dolor y rigidez. En las etapas tempranas de esta enfermedad, el daño articular puede no aparecer en las radiografías (en estos casos, la afección se llama espondiloartritis axial no radiográfica [EaAx-nr]). Cuando avanza la enfermedad, y no en todos los casos pasa de EaAx-nr a EA, se produce más daño articular, ya que el cuerpo hace que crezca más hueso para tratar de sanarse a sí mismo, lo cual resulta en una fusión de las vértebras. Esto reduce la movilidad y flexibilidad, lo cual puede generar una postura encorvada.
Las personas que sufren EA (así como aquellas con EaAX-nr) típicamente son tratadas en primer lugar con NSAID. Si no alcanza la terapia con NSAID, quizás se las trate con un inhibidor del TNF, un tipo de medicamento biológico que bloquea el factor de necrosis tumoral, una citocina (o molécula) involucrada en la inflamación. Pero existe controversia en cuanto al tratamiento, ya que los resultados de los estudios han sido inconsistentes en demostrar si los inhibidores del TNF o los NSAID ayudan a frenar el avance de la enfermedad o si simplemente controlan sus síntomas.
Los datos de un estudio recientemente presentado en el Congreso Europeo de Reumatología de 2016 pueden ayudar a resolver esta controversia. Estos dos estudios muestran que los pacientes con EA que fueron tratados durante años con un NSAID y un inhibidor del TNF, por separado o juntos, tienen un menor riesgo de evolución de la enfermedad y un menor riesgo de desarrollar formaciones óseas nuevas que aquellos que no tomaron un inhibidor del TNF o un NSAID. Y los que tomaron ambos medicamentos parecían tener el menor riesgo de todos de tener nuevos desarrollos óseos.
Lianne Gensler, MD, reumatóloga y directora de la Clínica de Espondilitis Anquilosante del San Francisco Medical Center de la Universidad de California, y sus colegas presentaron dos diferentes estudios que se basaron en datos tomados del mismo grupo de pacientes con EA, a los cuales se les hizo un seguimiento de por lo menos dos años.
El primer análisis se enfocó en cómo los inhibidores del TNF y los NSAID afectaron separadamente la "evolución radiográfica", un método común que usa las radiografías para medir el avance de la artritis.
"Demostramos que el uso del inhibidor del TNF se asoció con una menor evolución en el tiempo. Y en ese modelo, los NSAID también se asociaron independientemente con una menor evolución", dice la Dra. Gensler. Los pacientes tratados con inhibidores del TNF durante entre 2 y 3½ años tuvieron el menor riesgo de evolución de todos.
En el segundo estudio, la Dra. Gensler se enfocó en las formaciones óseas nuevas, una de las causantes principales de la evolución radiográfica. En este análisis, vieron una interacción entre el uso de un inhibidor del TNF y un NSAID. "Hubo una relación entre los NSAID y los inhibidores del TNF", dice la Dra. Gensler"Las personas que toman NSAID e inhibidores del TNF tienen menos formaciones óseas nuevas".
La Dra. Gensler comenta que el tiempo durante el cual estos pacientes estuvieron sometidos a estos tratamientos y la cantidad de daño en la columna vertebral presente antes de empezar el tratamiento estuvieron directamente relacionados con el nivel de beneficio demostrado. "Lo que estamos aprendiendo es que, cuanto antes se empieza la terapia y cuanto más larga es, hay mayores posibilidades de ver el beneficio de suprimir la inflamación y así el daño", dice.
Joerg Ermann, MD, reumatólogo del Brigham and Women's Hospital e instructor de medicina de la Harvard Medical School, ambos en Boston, dice que, aunque perduran las controversias en torno al tratamiento, los resultados de estudios más cortos como estos son esenciales para entender esta enfermedad. "El daño estructural de la EA es un proceso muy lento. Las herramientas disponibles para medir las formaciones óseas nuevas son muy sensibles a los cambios. Y es muy difícil hacer ensayos clínicos [de más de] dos años", dice.
Al analizar más profundamente los resultados de estos estudios, el Dr. Ermann agrega que, si bien esto se ha identificado en otros estudios, ambos estudios proveen más evidencia en cuanto a que fumar es un factor de riesgo importante y prevenible que afecta la evolución de la enfermedad y las formaciones óseas nuevas en los pacientes con EA. En cada estudio, los pacientes fumadores tuvieron una probabilidad aproximadamente 2.5 veces mayor de evolución de la enfermedad o de tener formaciones óseas nuevas que los no fumadores. "Hay muchos motivos para no fumar: enfermedades cardiovasculares, cáncer y otras; pero fumar es específicamente malo para los pacientes con EA", dice. "Si un paciente [con EA] fuma, debe dejar de hacerlo sin lugar a dudas".
Si bien los resultados de estos estudios son auspiciosos para los pacientes con EA, se deben realizar más investigaciones para poder sacar conclusiones concretas y considerar cambiar las recomendaciones para el tratamiento de la EA. "Uno no puede basarse en este estudio y decir que definitivamente se deben usar los inhibidores del TNF y los NSAID en todos los pacientes para lograr una menor evolución radiográfica", dice el Dr. Gensler.
"La terapia aún debe centrarse más en la calidad de vida, la preservación de la función y el control de los síntomas que en tratar de prevenir el daño [radiográfico], porque solo se verá ese beneficio en las personas que tienen un mayor riesgo de evolución radiográfica", dice.
Autora: A. Kate MacDougall para la Arthritis Foundation