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La conexión entre el dolor y su cerebro

Existe una relación directa entre su cerebro y el dolor provocado por la artritis. Obtenga información sobre cómo los científicos están comenzando a comprender esta conexión y de qué manera su cerebro puede ayudar a dominar el dolor.

Por Linda Rath

Si alguien dijera que su dolor está en su cabeza, tendría todo el derecho a ofenderse. Pero la verdad es que el dolor se construye enteramente en el cerebro. Esto no significa que su dolor no sea real, sino que su cerebro literalmente crea lo que su cuerpo siente, y en los casos de dolor crónico, su cerebro ayuda a perpetuarlo.

La creciente comprensión de cómo sucede esto -y la necesidad de hallar mejores alternativas a los medicamentos para el dolor- ha generado un renovado interés en el «tratamiento biopsicosocial del dolor». Este tipo de tratamiento aborda las situaciones, creencias, expectativas y emociones que hacen que una persona perciba el dolor de una determinada manera.

A diferencia de lo que sucede con los medicamentos, los métodos biopsicosociales no enmascaran ni adormecen el dolor crónico. En lugar de ello, las personas aprenden a controlar el dolor, modificando o cambiando lo que su cerebro les dice. Muchos afirman que este enfoque alivia el dolor sin necesidad de consumir medicamentos; en algunos casos, es la primera vez que obtienen alivio. (Escuche  el pódcast Live Yes con artritis: Reconfigurar el dolor).

Por qué siente dolor

El dolor es un complejo sistema de alerta tendiente a protegerlo del daño. Cuando se golpea un dedo del pie, su sistema nervioso periférico envía señales a su cerebro, el cual decide el grado de peligro que existe. Si el cerebro decide que las señales son dignas de atención, el volumen del dolor se eleva hasta que el problema se resuelve; si no, el dolor se acalla.

Este sistema funciona bastante bien para el dolor agudo, como por ejemplo el de un dedo del pie lesionado. Pero en lo que respecta a enfermedades crónicas, tales como la artrosis (OA), donde no existe una solución rápida para, por ejemplo, la pérdida de cartílago en la rodilla, las partes del cerebro que envían y reciben señales de peligro se vuelven más sensibles con el paso del tiempo. Los científicos afirman que cuanto más procesa el cerebro el dolor, más perceptivo se vuelve, hasta estar permanentemente en alerta máxima. Y dependiendo de las emociones, creencias y expectativas de la persona, es probable que el cerebro siga registrando dolor de rodilla día tras día.

Así es como las personas que padecen dolor crónico quedan bloqueados en un dolor que se autoperpetúa, pero la evidencia sugiere que es posible atenuar un cerebro demasiado sensible y moderar los mensajes de dolor crónico. Esto es lo que la ciencia ha descubierto, y cómo puede funcionar en la vida real.

Para bien o para mal

Lauren Atlas, PhD, dirige la sección de neurociencia afectiva y dolor en los Institutos Nacionales de Salud. Gran parte de su trabajo se ha centrado en los efectos placebo y nocebo. El efecto placebo se produce cuando los pacientes se sienten mejor con un tratamiento simulado porque creen que los ayudará; en algunos casos, los placebos parecen funcionar incluso cuando los pacientes saben que no son reales. El efecto nocebo se produce cuando a los pacientes se les dice que un tratamiento inofensivo los hará sentir mal, y así sucede.

Tanto el efecto placebo como el nocebo se consideran factores clave para comprender cómo funciona el cerebro, especialmente en lo que respecta al dolor, ya que utilizan los mismos mecanismos: contexto, creencias, expectativas y emoción.

Completando la imagen

El contexto es el escenario en el que ocurre algo—el consultorio de su médico, por ejemplo. Atlas afirma que el simple hecho de cruzar la puerta activa creencias y expectativas que ha desarrollado a través de la experiencia.

«Si cuenta con un historial de tratamientos beneficiosos con un determinado médico, esto podría aumentar sus expectativas de obtener un resultado positivo. Del mismo modo, si cuenta con un historial de tratamientos ineficaces, esto podría dar lugar a expectativas negativas que empeorarán los síntomas», explica.

Del mismo modo, las expectativas positivas pueden atenuar el dolor crónico, y las negativas pueden aumentarlo. En otras palabras, si espera que algo le duela mucho, probablemente lo hará.

¿Cómo se produce esto? Numerosos estudios muestran que las expectativas o creencias positivas modifican la química del cerebro, afirma Atlas, haciendo que el cuerpo produzca sustancias químicas que bloquean el dolor, tales como opioides y dopamina.

Existe menos investigación sobre el efecto nocebo, pero la evidencia sugiere que las expectativas y creencias negativas aumentan la ansiedad, lo que a su vez provoca la liberación de colecistoquinina (CCK), una hormona vinculada a la ansiedad, creando un ciclo autoperpetuante. Se ha demostrado que la CCK reduce o bloquea la acción de los medicamentos opioides e incluso de la acupuntura, lo cual puede ayudar a explicar por qué las personas ansiosas o deprimidas son más difíciles de tratar.

El poder de las emociones

Los circuitos del dolor y la emoción se superponen en el cerebro. Esta red neuronal compartida ha sido denominada la «ruta de la economía» de la naturaleza, ya que permite que el cerebro procese numerosas sensaciones a la vez.

«Las emociones negativas son como gasolina que se echa al fuego del dolor, y no solo empeoran en gran medida el dolor crónico, sino que incluso, en algunos casos, lo provocan», afirma Beth Darnall, PhD, psicóloga del dolor y profesora asociada en la Universidad de Stanford. Dos tercios de los pacientes recientemente encuestados para la evaluación INSIGHTS de Live Yes! de la Arthritis Foundation afirmaron que se sentían deprimidos. Y las personas deprimidas tienen tres o cuatro veces más probabilidades de desarrollar dolor crónico que las demás. (Escuche el pódcast Live Yes con Artritis: el bienestar en tiempos difíciles).

Lo contrario también es cierto. Las emociones positivas pueden disminuir significativamente el dolor cuando los pacientes dejan de enfocarse en lo mal que se sienten. Una gran cantidad de personas que padecen dolor crónico están de acuerdo, señalando que cuando se encuentran "en un peor lugar desde el punto de vista emocional", se sienten menos motivados para hacer ejercicio y ver a sus amigos y familiares. Estos son esenciales para modificar los patrones de dolor, ya que ayudan a romper el patrón de pensar en el dolor y desencadenan la liberación de endorfinas para sentirse bien y los opioides naturales del cuerpo. Darnall afirma que cuando los pacientes aprenden cómo encajan la emoción, las expectativas, las creencias y el contexto, «se dan cuenta de que existe una vía para obtener un mayor control».

Tomar el control

April Vallerand, PhD, investigadora del dolor y profesora en la Universidad Estatal de Wayne, en Detroit, afirma que la sensación de impotencia ayuda a configurar la percepción del dolor en sus pacientes.

«Si se percibe como discapacitado, va a actuar como tal», afirma. «Varios pacientes me decían: "Me siento bien siempre y cuando no me mueva de ese sillón". Muchos tenían miedo de cocinar, conducir o ir al centro comercial. Eso no es vida, eso no es función. Mi objetivo era mantener o mejorar su función, a pesar del dolor crónico».

La clave es restaurar su sensación de control, lo cual se sabe que reduce la angustia emocional relacionada con el dolor y mejora la función. Vallerand diseñó un programa para pacientes con cáncer que denominó «Poder sobre el dolor —entrenamiento (POP-C)». Este es impartido por enfermeras capacitadas a través de llamadas telefónicas y visitas a domicilio. Esto genera confianza y ayuda a los cuidadores a comprender los antecedentes, historias y culturas de los pacientes, todo ello esencial para ayudarlos a aprender a controlar el dolor. El POP-C tiene tres componentes principales: gestión de la medicación, defensa del dolor y convivencia con el dolor.

  • La gestión de la medicación ayuda a los pacientes a aprender a utilizar los medicamentos para el dolor «de la forma más eficaz», afirma Vallerand. La mayoría de los programas contra el dolor ayudan a que las personas dejen de tomar pastillas, pero el dolor provocado por el cáncer es una excepción.
  • La defensa del dolor se centra en la comunicación de los pacientes con médicos y cuidadores. «Existe una dinámica que se produce cuando una persona se limita a quejarse, por lo que trabajamos para mejorar esa dinámica», afirma Vallerand. Esta recomienda hacer que las conversaciones en torno al dolor sean concretas y procesables, por ejemplo: «Mi dolor me mantiene despierto durante la noche» o «implica que no pueda pasear al perro».
  • En la convivencia con el dolor es donde ocurre la verdadera magia. Si bien la mayor parte de las personas no experimentarán una cura para el dolor crónico, Vallerand afirma: «Nuestro mensaje es que hay que aceptar que el dolor es una parte normal de la experiencia humana. Pero podemos lograr que el dolor llegue a un nivel en el que no dirija su vida, en el que usted tiene el control. Y las personas están encantadas de llegar a ese nivel».

El POP-C ayuda a las personas a desprenderse de muchas creencias infundadas, como que el movimiento es malo o que el dolor siempre es igual a daño —exactamente el tipo de pensamiento negativo que empeora los síntomas.

«Ayudamos a la gente a aprender a no angustiarse tanto, a no escuchar a su mente», afirma Vallerand. «No tratamos de eliminar todo el dolor. Estamos tratando de reducir el sufrimiento, aliviar la angustia y ayudar a las personas a hacer más de las cosas que quieren y necesitan hacer a pesar del dolor. Mi pregunta a los pacientes siempre es: "¿Qué le impide hacer este dolor?". Si puedo averiguar qué es, podemos centrarnos en esa cosa específica y trabajar para que vuelvan a sentirse útiles y a hacer las cosas que son importantes para ellos».

Vallerand recomienda terapias no farmacológicas tales como visualización, distracción y técnicas de relajación, así como también tratamientos integradores y recursos espirituales.

Hace un par de años, Vallerand y sus colegas pusieron a prueba el POP-C, inscribiendo a más de 200 pacientes afroamericanos que padecían cáncer —los cuales, según las investigaciones, experimentan mayores niveles de dolor causado por el cáncer y son menos funcionales que otros grupos— en un estudio aleatorio. Durante el estudio, las enfermeras visitaron y llamaron a los pacientes tres veces por semana, trabajando con ellos en las tres áreas clave del POP-C. Después de cinco semanas, informaron mejoras significativas en el dolor, la angustia, la función y el control percibido sobre el dolor. Los pacientes que recibieron visitas a domicilio y llamadas telefónicas, pero sin entrenamiento, no mejoraron.

 

Programas de rehabilitación del dolor

En Estados Unidos hubo una vez cientos de clínicas del dolor, donde la gente aprendía técnicas para ayudar a controlar el dolor crónico. Cuando los opioides llegaron al mercado en la década de 1990, la mayoría de estas clínicas cerraron, pero en la actualidad existe un renovado interés por los programas clínicos para el dolor. Dos de los más veteranos son el Centro de Rehabilitación del Dolor de la Clínica Mayo, en Rochester (Minnesota), y el Programa de Rehabilitación del Dolor Crónico de la Clínica Cleveland, en Ohio. Ambos poseen un extenso historial de éxitos y han ayudado a los pacientes a vivir bien sin opioides, pastillas para dormir, ansiolíticos o paracetamol (Tylenol). El objetivo es empoderar a los pacientes para que controlen su dolor en lugar de depender de soluciones médicas rápidas.

Cómo atacar el dolor desde todos los ángulos

El manejo de la medicación es sólo una parte de los programas de rehabilitación del dolor. Jeannie Sperry, PhD, quien copreside la división de adicciones, trasplantes y dolor de la Clínica Mayo de Minnesota, enfatiza que la complejidad del dolor crónico requiere un enfoque integral.

«Abordamos todos los factores relacionados con el dolor, por lo que trabajamos en el acondicionamiento físico, en la forma en la que las personas llevan a cabo las actividades cotidianas, y también observamos cómo piensan y se comportan las personas cuando padecen dolor, y trabajamos para cambiar esos aspectos de su vida», explica. «Vemos que, con el transcurso del tiempo, el dolor comienza a adueñarse de la vida de las personas. Comienzan a pensar en el dolor, a reflexionar sobre él y a preocuparse por el futuro. Se comportan de una manera que inadvertidamente empeora las cosas al evitar la actividad y las relaciones que podrían ser útiles, por lo que promovemos un enfoque de rehabilitación sumamente activo».

Obtenga información sobre cómo tomar el control de su dolor. Inscríbase en nuestro Seminario web sobre dolor, el cual se llevará a cabo el 9 de septiembre y en nuestro evento en directo en Facebook, el cual se efectuará el 23 de septiembre.

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