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Krendra Harralson: motivada por un propósito y el honor

Después de años de servicio militar activo que afectaron sus articulaciones, Krendra Harralson recibió la baja por motivos médicos. Ahora busca nuevas formas de prestar servicio.

Krendra Harralson, de San Antonio, Texas, pesó menos de 100 libras la mayor parte de su vida, pero eso no le impidió seguir la tradición familiar. Al igual que su abuelo y su padre, así como su padrastro, tías, tíos y primos, dedicó su vida al servicio militar. Podía lanzarse en paracaídas desde aviones, descender en rappel por las paredes y arrastrar una mochila más pesada que ella durante 12 millas... hasta que su espalda ya no pudo soportar la carga.

El dolor de artritis interrumpió su ascenso en el Ejército y la dejó desconcertada después de 21 años de servicio.

"El Ejército había sido una tradición familiar", explica Harralson. "Mi abuelo tenía un gran sombrero de sargento de instrucción en la pared. Nos sentábamos a ver M*A*S*H juntos. Como artillero, sabía lo que pasaba en cada episodio y me lo explicaba".

Pronto, Harralson desarrolló un profundo amor por el Ejército. "A los 7 años, no tenía en mi pared carteles de Johnny Gill o Keith Sweat o Boyz II Men; tenía carteles del Cuerpo de Enfermería del Ejército. Estaba literalmente en el entrenamiento básico 90 días después de cumplir 17 años".

Harralson se comprometió desde el principio a cumplir un programa reglamentado de trabajo duro y acondicionamiento físico. Una de las mejores figuras en atletismo y baloncesto y cadete del JROTC en la escuela secundaria en Tacoma, Washington, creía que era la candidata perfecta para la Guardia Nacional del Ejército. Pero sus reclutadores la ayudaron a aumentar su volumen para cumplir con los requisitos de peso.

"Estaba tan delgada que era casi invisible", recuerda. "Pesaba 89 libras. Mis reclutadores solían llevarme pollo teriyaki y jugo a la escuela para engordarme. Me llevó cuatro intentos, hasta que finalmente emitieron una exención de peso para que ingresara al servicio".

Y luego, cuando Harralson llegó al entrenamiento básico, descubrió que era la más joven de su clase, pero aún así la admiraban como a una "hermana mayor".

"La mayoría estaban asustados; era algo nuevo para ellos", recuerda Harralson. "Parecía que solo estábamos pasando el rato. Ya sabía cómo marchar y hacer flexiones en forma adecuada. Fue divertido. El sargento instructor me puso en una posición de liderazgo en dos semanas".

El cuerpo de Harralson estaba acondicionado, pero comenzó a sentir dolor. Para cuando terminó el entrenamiento básico, todavía estaba por debajo de su peso, en 101 libras, pero era casi todo músculo. "Cuando eres novato, a veces tu mochila pesa entre 35 y 50 libras", explica Harralson. "A medida que avanzaba en rango en diferentes unidades, como ambulancia terrestre y ambulancia aérea (colaboradora), a los treintaipico pesaba tal ve unas 110 libras".

Sin embargo, su equipo había duplicado su peso. "Solo el equipo pesaba como mínimo 100 libras, pero tenías que acostumbrarte", dice. "Como era una de las pocas mujeres, o la única mujer, tenía que demostrar mi valía a menudo. Que los muchachos me llevaran el chaleco táctico o la mochila no era una buena imagen".

A veces, durante los despliegues, Harralson le pedía a un colega que la ayudara a cargar las bolsas en su espalda. Pero eso es todo. "Siempre les decía: 'Yo lo empaqué; yo lo llevaré'. No quería tener que lidiar con los rumores de que 'Doc no puede llevar la suya'".

Harralson comenzó a sentir el desgaste de las articulaciones de su rodilla a los 20 años. "Ponerte de rodillas para correr cinco o seis millas cada dos días, o estar en posiciones incómodas para hacer el mantenimiento del vehículo, pasa factura después de un tiempo", señala. "Tus articulaciones siempre están en un extremo o en el otro".

Tenía casi 26 años cuando se sometió a su primera cirugía de rodilla y 31 cuando se sometió a la segunda. "Hablaron de otras cirugías de rodilla y dije que ya no quería más", cuenta. "Mi médico empezó a hablarme sobre la artritis. Pensé que tenía que estar equivocado porque eso era algo de gente mayor".

Al principio, Harralson probó ungüentos tópicos y el método RICE (de "reposo, hielo, compresión y elevación" en inglés) para tratar de aliviar su dolor. Fue solo temporal. Cuando tenía 33 años, el dolor se había extendido a su cuello y la espalda. "Sentí que mi cuello ya no iba a poder sostener mi cabeza".

Al poco tiempo le diagnosticaron un trastorno degenerativo del disco. "Me dijeron que el dolor de cuello, espalda y rodilla es algo que todo el mundo sufre en el Ejército. Me recetaron algunos relajantes musculares y medicamentos antiinflamatorios, y me dijeron algo como: 'Toma el medicamento según sea necesario, da un paso adelante y conduce'. Seguí teniendo dolor, pero dejé de ir al médico hasta los 36 años".

Harralson cumplía los requisitos para un servicio modificado que le permitía sentarse o descansar cuando fuera necesario. A los 38 años, un diagnóstico de fibromialgia se agregó a su lista de dolencias. Se dio cuenta de que era hora de retirarse.

"Fue difícil dejar el Ejército. Todavía no había llegado a los 20 años de servicio activo", añade Harralson. "No sentía que estuviera acabada. Sentía que no había recibido tratamiento. Culpaba a la medicina militar por no entender mi enfermedad".

No fue hasta que tuvo que volver a certificarse como EMT (técnica en emergencias médicas) que entendió plenamente cómo su discapacidad podía afectar a su unidad. "Siempre me había enorgullecido de, a pesar de ser pequeña, poder sacar a mis pacientes de la línea de fuego cuando lo necesitaba", dice. Pero el dolor provocado por la artritis y la fibromialgia dificultaba mucho esa tarea.

Harralson tuvo problemas para trasladar un maniquí y poner vendajes en sus heridas para que pudiera ser trasladado a un lugar seguro. Le llevó el doble de tiempo que antes. "No podía hacer lo que el Ejército necesitaba que hiciera lo suficientemente rápido", recuerda. "Nunca quise ser una carga para mi unidad y mis pacientes cuando me desplegaran".

Harralson recibió la baja por motivos médicos y entró en una profunda depresión. "Lloré. Estaba molesta porque no había alcanzado algunas de mis metas. En mi mente, se suponía que debía ser la primera mujer comandante estrella del Ejército", dice. "Mi carrera había terminado, mi propósito diario se había esfumado y tenía una cantidad astronómica de dolor".

Como esposa y madre ocupada de tres hijos, "algo me dolía todos los días", dice Harralson. "Podía llegar a un nivel de dolor de 3 a 7 solo por limpiar mi casa. Tuve que quedarme en cama durante ocho meses por el dolor. Pensé: '¿Cómo pasé de ser una superestrella a estrellarme así?'".

Necesitó la ayuda de su familia cuando los medicamentos por sí solos dejaron de ser suficientes. "Me sentí rechazada por la VA, así que comencé a escribir un diario", cuenta. "Investigaba sobre mis síntomas y escribía las cosas que me servían para aliviar el dolor cuando lo tenía. Comencé a escribir mi propia receta. Cuando me dolía algo, volvía a mi diario".

Con el tiempo, Harralson volvió a estudiar para obtener su licenciatura en Tecnología médica. Asistió a St. Mary's School of Law para estudiar la ley de cumplimiento de la atención médica. Le da crédito a su esposo, Phillip, por alentarla a probar algo nuevo.

Algún día, Harralson planea escribir un libro sobre su experiencia con la artritis. Pero por ahora, publica videos de autoayuda en las redes sociales para guiar a otras personas que enfrentan diagnósticos similares. Insta a los miembros del servicio activo, a los militares retirados y a los veteranos a que acudan al médico para que la cirugía no sea su único recurso para el bienestar.

Además, Harralson ha encontrado un trabajo que le da el sentido de propósito y honor que experimentaba en el Ejército. Trabaja en pediatría, para una empresa privada de atención médica a domicilio. "Me encanta ser auditora de cumplimiento de la atención médica. Espero con ansias el día en que comience un doctorado, para poder escribir legislación sobre atención médica para los Estados Unidos. Sigo prestando servicio a mi país".

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