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Una nueva visión sobre los brotes de gota y sus tratamientos

Investigaciones recientes revelan información adicional sobre las causas de esta enfermedad y los brotes de gota, así como los mejores tratamientos.

Por Bryan D. Vargo | 25 de Noviembre de 2022

Sin ninguna duda, la gota es un tipo único de artritis. Considerada tradicionalmente una forma de artritis inflamatoria, el tratamiento de la gota se ha centrado principalmente en controlar los niveles de ácido úrico que hacen que se formen cristales alrededor de las articulaciones, lo que provoca mucho dolor en los pacientes. Sin embargo, ¿es posible que la gota sea una enfermedad más compleja de lo que los investigadores estimaban? En una sesión de investigación presentada en la reunión anual del American College of Rheumatology, ACR Convergence 2022, los investigadores propusieron una nueva perspectiva sobre la gota en el título de la sesión: "La gota es una enfermedad autoinflamatoria metabólica".

En consecuencia, el moderador de la sesión, Michael Pillinger, MD, profesor de Medicina y Bioquímica y Farmacología Molecular en la Facultad de Medicina Grossman de la Universidad de Nueva York, planteó la siguiente pregunta: "¿La gota es un sindrome inflamatorio? "En sentido estricto, la respuesta es claramente sí", afirmó el Dr. Pillinger. La gota es un síndrome inflamatorio y, hasta lo que se conoce, no está mediada por ningún proceso autoinmune. Al igual que muchos de los síndromes autoinflamatorios, la gota es episódica, y aunque crea saber por qué lo es (relacionado con la liberación o aparición de cristales úricos), es probable que la razón por la que aparecen los brotes de gota sea más complicada que eso. 

"La gota es una enfermedad genética. La mayoría de los genes que se han identificado están relacionados con la regulación de los niveles de urato, que por supuesto también depende de la dieta, el entorno, la función renal, etc.", explicó el Dr. Pillinger. "Pero estamos comenzando a ver el posible papel de los genes que regulan no solo el urato, sino también la inflamación, lo que confirma que la gota es una enfermedad genética autoinflamatoria. De hecho, uno de los misterios persistentes de la enfermedad es por qué en un mundo lleno de pacientes con hiperuricemia [nivel elevado de ácido úrico en sangre] solo algunos de ellos tienen gota. La posibilidad de que la progresión de la gota o los brotes de gota puedan estar mediados por predilecciones genéticas o epigenéticas intrínsecas a la inflamación es intrigante y una idea en torno a la cual recién ahora estamos comenzando a elaborar nuestras preguntas".

La sesión se centró principalmente en la naturaleza autoinflamatoria de la gota y destacó el papel de la citocina inflamatoria interleucina-1 (IL1) en la gota. "La gota es una enfermedad, como muchos de los síndromes autoinflamatorios, en la que la IL-1 desempeña un papel central", expuso el Dr. Pillinger.

"La IL-1 es tan potente que quizás sea la citocina más potente que conocemos, destacó el primero de los dos ponentes de la sesión", Charles Dinarello, MD. El Dr. Dinarello, experto en citocinas inflamatorias, concretamente en la IL-1, es miembro de la Academia Nacional de Ciencias, profesor distinguido de medicina y enfermedades infecciosas en la Universidad de Colorado en Denver y profesor de medicina experimental en el Centro Médico de la Universidad Radbound en los Países Bajos.

El Dr. Dinarello ofreció una visión biológica de la inflamación desencadenada por la IL-1 en la gota. Básicamente, la IL-1 "provoca un proceso inflamatorio muy fuerte", explicó el Dr. Dinarello. Se envía una fuerte señal proinflamatoria al núcleo, que contiene genes asociados a la enfermedad, como citocinas y receptores de citocinas. El resultado de este proceso inflamatorio es clínico e incluye inflamación sistémica, inflamación local (brotes de gota), disminución del umbral del dolor, daño tisular y mucho más.

Quizás las implicaciones más profundas de una comprensión tan acabada de la gota sean sus repercusiones en el futuro tratamiento y control de la enfermedad.

Varios inhibidores de la IL-1, incluidos los inyectables anakinra, canakinumab y rilonacept, así como una opción oral recientemente añadida, el inflamasoma NLRP3, no están aprobados por la FDA específicamente para la gota, pero son tratamientos probados para inhibir la IL-1, explicó el Dr. Dinarello.

"Los datos clínicos de los medicamentos biológicos inyectables inhibidores de la IL-1 de hecho han validado el papel de la IL-1-beta en la patogénesis de los brotes de gota. Este ha sido el caso de la anakinra, del canakinumab y del rilonacept. Medicamentos aprobados que han validado el papel de la IL-1 beta en la patogénesis de la gota aguda, eso ya no se cuestiona", agregó el Dr. Dinarello. 

De hecho, los inhibidores orales del inflamasoma NLRP1 que induce la IL-3 beta ahora pueden utilizarse para tratar los brotes de gota en pacientes que no toleran bien o tienen contraindicados los medicamentos tradicionales".

La segunda ponente, Naomi Schlesinger, MD, experta en las manifestaciones clínicas y el tratamiento de la gota, se centró en la evidencia sobre las opciones de tratamiento. La Dra. Schlesinger es profesora de medicina y jefa entrante de la División de Reumatología de la Facultad de Medicina Spencer Fox Eccles de la Universidad de Utah en Salt Lake City.

"La terapia hipouricemiante junto con el tratamiento antiinflamatorio conduce a resultados óptimos", afirmó la Dra. Schlesinger. "Hay que recordar que el tratamiento de la gota no es una carrera de velocidad, sino una maratón. No basta con tratar los brotes agudos, se debe tratar la gota de forma crónica. Y mientras tanto, es importante evaluar la polimedicación y las comorbilidades del paciente".

En un estudio, presentado por la Dra. Schlesinger, coautora, se demostró que el hielo, además de los tratamientos tradicionales de la gota era eficaz en el tratamiento de las crisis agudas. También puede utilizarse cualquier medicamento antiinflamatorio no esteroideo (NSAID). Sin embargo, los estudios no han demostrado qué NSAID funciona mejor. Al comparar la colchicina con los NSAID (concretamente el naproxeno), no se observaron diferencias en la intensidad del dolor. Al comparar los esteroides con los NSAID, ambos fueron igual de eficaces. Y al comparar los distintos esteroides, no se observaron diferencias estadísticamente significativas en la intensidad del dolor. 

Otra evidencia presentada por la Dra. Schlesinger también incluyó el efecto antiinflamatorio del ejercicio de intensidad baja y moderada en ratones. Un cuestionario sobre la actividad física de los pacientes con gota reveló asimismo que aquellos que hacían ejercicio tenían menos brotes al año. Adicionalmente, la Dra. estudió los efectos del zumo concentrado de cereza, que también redujo los brotes.

La clave, señaló la Dra. Schlesinger, es que "tenemos que tratar la gota como una enfermedad autoinflamatoria y no puramente metabólica".

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